sábado, 6 de octubre de 2012

Urbe 2730 D.C.


















Desperté de repente sobre calles de color mercurio,
en un paisaje que eliminó el verde de su lenguaje.
Hace frío y siento que es imposible que mi piel respire
la luz de un oculto sol en este cielo agónico,
veo que esta ciudad abandonó el suelo y sus muertos,
ahogando las nubes en su ruido supersónico.

No existo como materia en este viaje
¿de qué serviría encontrarte ahora?
igual sé, cuan lejos caí de nuevo en tu búsqueda
en un lugar y un tiempo distante a mis imágenes.
Si tuviera mis piernas y mis manos aquí
estarían congeladas sin tu cálido refugio.

El último beso de los volcanes palpitantes
y su eterno calor ya no se recuerda,
el fuselaje de esta urbe aniquila a cada instante
cada fractal de naturaleza divina.

Hoy no traje nada conmigo a este éxodo metafísico,
ni siquiera los restos de tu saliva,
pero si el recuerdo de tu temperatura
y el abrazo que nunca diste.

Sólo puedo ver torres e intersecciones concéntricas
de una célula artificial que olvidó el sentir y la humanidad.
No conocen el olor de una almendra
ni el sonido de un sollozo y un grito,
ellos ya no lloran cuando se detiene un corazón.
Pienso, ¿y si pudiera mostrarles por un segundo
el milagro de tu sonrisa desde mi recuerdo?

Mientras recorro este interminable logaritmo sin vida
me pregunto, ¿cómo pudieron erradicar la locura,
el caos, el desconsuelo y la alegría?
¿Que es este cumulo autómata y de vertiginoso ritmo perfecto?
¿Dónde puedo hallar en esta época inerte
 algo parecido a tu mirada tímida y tu voz serena?

Espero dejar este desierto metálico
de suspiro electrónico y configuración arácnida
mimetizado con un cielo siempre gris,
en el que no existe el significado del abandono
la soledad y el desamor,
no recuerdan porque llorar, ya no buscan porque reír.

No se cuantos siglos viajé esta vez,
equivocadamente, lejos de mi alma y de tu piel,
tratando de encontrarte antes de tu primera mirada
en nuestro tiempo caótico y lleno de vida.

Descansaré en un rincón de mi geometría oculta
para intentar volver  por las fauces del tiempo,
al menos al último episodio desafortunado de mi desilusión.